El largo camino hacia la limpieza
Durante mucho tiempo, la limpieza de las calles fue un trabajo puramente manual. No fue hasta el siglo XIX cuando se implantó el uso de máquinas barredoras, dotadas de 1 caballo de fuerza y de rascadores estrechos que se presionaban sobre la superficie de la calzada por medio de resortes y que recogían así la suciedad más resistente para depositarla en el lateral de la máquina en forma de tiras. Joseph Whitworth, el precursor de las barredoras, desarrolló la primera barredora tirada por caballos en 1843 y la bautizó con el nombre de «The Patent Street Sweeping Machine of Manchester». Las barredoras motorizadas no llegaron hasta principios del siglo XX y no fue hasta principios de la década de 1950, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria experimentó un importante impulso.
Schmidt: rendimiento máximo por principio
En 1956, con la «VKS», una barredora frontal para la UNIMOG, comenzó la era de las barredoras en Schmidt y se complementó así el negocio de la viabilidad invernal, que ya funcionaba en esa época con importante éxito. Comenzando con el primer equipo con una caja colectora de suciedad, Schmidt desarrolló en los siguientes 60 años una amplia gama de barredoras frontales para UNIMOG o cargadoras sobre ruedas, barredoras aspiradoras desmontables y contenedores de hasta 12 m3 para su montaje en camiones.
El año 1973 se enmarca como el inicio de la generación de las «barredoras autopropulsadas» (SK, por sus siglas en alemán). Todo comenzó con un vehículo de tres ruedas (Piaggio), la SK50, y después le siguieron otros hitos: la SK100, la primera barredora compacta con su propio chasis Schmidt y precursora de la actual Swingo. Las sucesoras, la SK 150 y la SK 152 también encontraron el éxito en el mercado. Por último, la SK 153 se convirtió en un modelo de éxito en toda Europa. Las barredoras «Made in Germany» consolidaron rápidamente su liderazgo en toda Europa. Por poner un ejemplo, como parte de un gran pedido, se exportaron 40 barredoras SK180 a Moscú. En 1989, la Primera Ministra de Gran Bretaña en aquel momento, Margaret Thatcher, también se mostró impresionada con la StreetWasher 2000 con motivo de una cita en Downing Street. Ese mismo año recibimos el encargo de tres equipos que se destinaron al servicio de limpieza de las calles londinenses.
Tanto entonces, como ahora, la satisfacción del cliente tiene la máxima prioridad. Por ese motivo, los requisitos específicos de los clientes no han sido nunca una tarea imposible de resolver para el equipo de Max Hirt. Como muestra de esto tenemos un brazo de aspiración para la limpieza de calles en Stuttgart o un equipo para la recogida de excrementos de perro con neutralizador de olores integrado para acoplar a la SK150/SK152. Este ingeniero mecánico lleva empleado en Schmidt en St. Blasien desde 1968 y, junto con Wolfgang Kaiser, quien se unió a la compañía en 1970, es el experto en barredoras con más años de servicio en Schmidt.
«Si miramos atrás, el desarrollo de la historia de nuestras barredoras es trepidante. Muchas cosas han cambiado a lo largo de las décadas», recuerdan los dos. «En los primeros tiempos, todavía pasábamos mucho tiempo retocando cosas en el taller, el maestro dibujaba a mano los diagramas de los circuitos, y solo entonces entraba en juego el departamento de diseño para dar los siguientes pasos. Los aspectos relacionados con los pedidos eran menos complejos y muchas piezas soldadas o torneadas se seguían fabricando en la empresa. Actualmente, la máquina se planifica primero hasta el más mínimo detalle en el departamento de desarrollo e invertimos mucho más tiempo que antes en reuniones para examinar por anticipado todos los factores que entran en juego. Por último, pero no por ello menos importante, el modo de producción también ha cambiado en muchos aspectos y se ha adaptado a un ritmo tan estricto como el que se marca actualmente. El concepto lean production se ha convertido en un aspecto muy importante. Pero hay una cosa que ha permanecido como el primer día: nuestro espíritu pionero. La pasión entre los compañeros por su trabajo y nuestros productos sigue intacta en la actualidad. En este sentido, la edad no importa. Incluso los aprendices se contagian rápidamente del entusiasmo que se vive en Schmidt. Y no importa hacia dónde se encamine el futuro —ya sea la automatización, nuevos conceptos de accionamiento o tecnologías más respetuosas con el medio ambiente—, la suciedad siempre se acumulará en las calles y carreteras y, mientras esto sea así, las barredoras seguirán existiendo. 60 años son solo el principio».